El Síndrome de la levadura

Vivencias para una crisis por Manuel Martín Bueno
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8 de abril del año 2020 en cuarentena prorrogada



Volvemos a la cita testimonial de un estado de ánimo colectivo y singular autoimpuesto por las circunstancias y el deseo irreprimible de dar suelta a nuestros pensamientos y porqué no, también sentimientos, a través de un teclado cualquiera. Como no tenemos piano a mano y además habría que volver a ensayar con los ejercicios y las escalas interminables, de octava en octava, para recuperar la agilidad de dedos perdida hace decenios, nos tenemos que conformar con la del teclado del ordenador. Éste se ha convertido para tantos y tantos, en la prolongación de esa red neuronal que con suerte tendremos ordenada por alguna voluntad que no se nos alcanza, en la caja ósea de nuestro cráneo, allí arriba de nuestra columna vertebral si estamos en posición erecta. Consecuencia lógica, porque hace tiempo, mucho, que la Humanidad evolucionó y alcanzó el estado de bipedestación en el que seguimos, aunque a veces no lo parezca, al menos para algunos seres humanos que nos rodean. Quienes tampoco han alcanzado plenamente el grado de evolución del sistema de emisión de sonidos articulados y se han quedado en el intermedio de los sonidos guturales, las mas de las veces incongruentes.

Es motivo de reflexión volver algún día con el consejo de algún colega prehistoriador o  paleontólogo humano, a analizar este problema de si, igual que hemos evolucionado a lo largo de los milenios y siglos unidireccionalmente en positivo, puede darse el caso de involucionar al contrario hacia horizontes desconocidos porque toda regresión, toda involución, es por principio, o así lo parece, negativa para el futuro de la Humanidad aunque existan por ahí especímenes humanos que propugnan lo contrario en una suerte de estado de iluminación providencial que no se nos llega a alcanzar. Podríamos decir, allá ellos, pero no, porqué si se diera el caso de obtener resultados con el allá ellos, no sería positivo para el resto y los nubarrones de la involución ennegrecerían el horizonte de la Humanidad o de parte de ella.

Es muy complejo y complicado esto de la sintaxis, que se expresa en la propia morfología de la red neuronal alojada en la caja ósea de la que disfrutamos todos los seres vivos en el extremo proximal de la columna vertebral o equivalente, en aquellas especies que están dotadas de ella.  Muy complicado, pero la reflexión quedará para la próxima prórroga de la cuarentena ya que requiere de asesoramiento y consulta por expertos de verdad, no simples opinantes de ocasión, como ocurre ahora con casi todo.

Con el paso del tiempo, que a días se hace rápido, otros lento e interminable, vamos fluctuando en nuestro propio estado de animo, lo que indudablemente debe ser bueno porque nos ayuda a estar vivos y activos, incluso en los momentos que llamamos “de bajonazo”, que traducido en roman paladino son aquellos en los que no nos aguantamos ni a nosotros mismos con las lógicas consecuencias para el entorno, físico o social, comenzando por la propia familia y las mascotas que son una extensión de aquella, a no ser que vivamos solos, lo que ya no me atrevo a definir porque no es el caso, aunque sea un fervoroso defensor de la singularidad y de lo que decía el vulgo, “el buey solo bien se lame”.

Llevamos varias semanas y en este momento todos comenzamos en mayor o menor medida a repetir situaciones ya experimentadas, recorridos ya realizados, aunque sea en nuestra propia casa, habitación e incluso mesa de trabajo. Diferente es el caso de aquellas personas que están bendecidas, si bendecidas, porque al ser personal de extrema necesidad por las funciones que ejercen, para que la sociedad toda no se vaya a la mierda literalmente, deben continuar realizando las funciones para las que adquirieron conocimientos, en el caso de los profesionales, sanitarios, investigadores, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y todos esos que escuchamos enumerar diariamente, que son muchos. Todas esas personas que igual pueden colocarnos un tubo en el organismo para hacernos llegar de manera mecánicamente forzada el aire necesario para que el sistema respiratorio salga de su lenitud y reaccione por si solo, o en el otro extremo, aunque hay muchos extremos, el panadero que con su rutina secular se levanta de madrugada para preparar, amasar, hornear, etc., hasta que el cliente entra por la puerta y recoge, a la distancia debida, la barra, la hogaza o lo que tenga por costumbre.

Que se arriesgan, que están delante del peligro latente e invisible mucho mas que los demás, es cierto, que tienen los conocimientos para obrar con conocimiento en el caso de unos o adiestrados para repetir maniobras que pueden conferirles cierta seguridad a los mas, también. Son profesiones vocacionales en infinidad de casos, por supuesto y en otros, muchos mas, son salidas laborales que tantas veces no han sido elegidas porqué si, sino porque no había otro remedio.

Mas arriba he escrito que quienes tienen que bregar diariamente con la realidad del trabajo, elegido o impuesto, están bendecidos, por no tener que guardar esa cuarentena impuesta por las autoridades con criterios de oportunidad y razones mas que justificadas, lo que no es del todo cierto, ellos llevan la cuarentena en su propia actividad de una manera bastante mas dura y generalmente con un riesgo constante por tener que lidiar contra algo que no se ve pero está, contra algo definido e identificado, pero lo suficientemente sutil e insidioso como para que se cuele por cualquier resquicio de la seguridad con que se debe actuar contra él, que se aprende cada día, uno detrás de otro, y les afecta, con lo que dejarán de estar bendecidos por la suerte de la actividad del no confinamiento, ya que su confinamiento es otro, está en la cabina de una ambulancia, en el E.P.I. que durante horas seguidas, muchas, demasiadas, les tiene confinados entre la espada de sus pensamientos, ya que el ser humano no puede sustraerse a esa actividad cerebral permanente, y la pared de la actividad profesional o laboral que desempeña con un riesgo evidente, porque está en el ambiente, no se ve pero es omnipresente y cuando lo sientes, ya es demasiado tarde. Si además están resistiendo con equipos ineficientes o escasos, peor que peor.

Quienes pertenecemos a esos sectores de la población que por el momento debemos permanecer en retaguardia, en la tercera línea de resistencia, la de evitar con nuestra actitud y comportamiento que los citados antes sufran mas de lo necesario por actitudes incívicas, que ponen en peligro al sistema social y  los mecanismos de defensa del mismo, paciencia, ya llegará nuestro turno como ya lo tuvimos antes, nadie es superfluo en una sociedad, hasta los ignaros o estultos compulsivos cumplen su función pero suelen ser lujos caros que soportamos la totalidad, a veces demasiado caros si están en funciones publicas bien remuneradas.

Para el sector social en el que nos encontramos, desde el rincón de escribir en este caso, toca reflexionar, volver a ordenar, cambiar de ubicación nuestro propio espacio para la reflexión, abrir el cerebro para que se ponga en marcha, porque según dicen que dijo Einstein, D. Alberto, el cerebro humano tiene gran capacidad, pero solo funciona si se abre y para eso hay que tener voluntad.

Estamos en un día crítico, hemos cambiado las procesiones, los ruidos atronadores de tambores o el silencio sepulcral de otras manifestaciones religiosas publicas que se caracterizan por ese silencio, por el silencio de la robustez de las creencias para unos o del respeto por el espectáculo para otros, por unas procesiones menos razonables de carros de la compra en los supermercados que vuelven a presentarse como si se anunciara de nuevo el sitio del Álamo. En estos momentos no se acerca el ejército poderoso del general Santana, que era visible desde lejos, sino el de otros personajes en busca del segundo producto estrella de la crisis, LA LEVADURA. ¡Señor que cruz!.